Tras una década de trabajo como directora de Gestión Humana de una compañía, *Pilar se encontró frente a un gran dilema: aceptar la forma en que la gerencia le pedía llevar a cabo la negociación de un despido masivo de colaboradores, -sin incluir ningún tipo de reconocimiento por los años de trabajo, aun teniendo los recursos y sin considerar reasignaciones, lo cual generaría condiciones extremas y sin una retribución justa -; todo esto, con el fin de lograr el indicador de ahorro exigido por la empresa. Un escenario que iba en contravía de sus valores.
Mientras me relataba esta disyuntiva durante una sesión de coaching, ella recordaba la razón que la llevó a trabajar en esta área: “el inmenso deseo de aportar valor y progreso a las personas en el ámbito laboral contribuyendo con su desarrollo y crecimiento”.
En aquel momento, su trabajo y su gestión se encontraban fuera de foco, se preguntaba, “¿Me siento orgullosa de pertenecer a esta empresa?”, y su respuesta era NO, había perdido el rumbo de su objetivo por obtener los resultados, que para esta organización la posicionaban como una ejecutiva exitosa. Tomar una decisión en tal escenario no fue fácil, pues esto implicó renunciar a su empleo, a su posición, y más que eso, resignificar su idea de éxito.
Hacer consciencia que el desgaste y agobio que había sentido los últimos años no eran causa del excesivo trabajo sino del esfuerzo y la energía adicionales que estaba usando diariamente para ejercer un rol que estaba desalineado con su propósito, fue romper un paradigma. Pilar se dio cuenta de algo importante: no se trata de hacer por hacer, ganar por ganar, sino de sentir que generaba valor a través de lo que hacía.
Como esta experiencia, la vida está llena de constates pruebas que nos demandan tomar elecciones y acciones, que nos hacen entrar en choque con lo que somos, hacemos y creemos. Es importante abandonar la excusa del “Me toca” y hacernos responsables de identificar y seguir nuestro norte, buscar un orden y sentido para avanzar.
Pilar, en su caso pudo identificar claramente que su propósito y valores reñían con los de la compañía para la que había trabajado 10 años. Pudo haberse quedado ahí, con un gran título y peor aún, siendo consciente de su constante insatisfacción, pero avanzó, cambió su mirada y entendió que la actitud de ver todo lo que nos sucede en la vida con ojos de hallazgo y oportunidad, nos conecta con nuestra capacidad creadora y nos permite aprender, crecer, trascender limitaciones y recuperar nuestro rumbo, nos abre la puerta a descubrir todo el potencial que tenemos y lo que podemos crear a partir de ello.
El reto de la visión compartida
El mundo actual demanda que las personas trabajen cada vez más en su autoconocimiento, en descubrir qué les motiva, qué les apasiona y comprender la importancia de una visión compartida al momento de elegir un lugar para trabajar.
Cuando una empresa contrata a una persona, contrata mucho más que un conjunto de conocimientos y habilidades. El mayor potencial del individuo reside en su propósito personal en la vida, en su ilusión y determinación por contribuir con su esfuerzo al desarrollo de la sociedad y de su entorno. Este deseo de las personas por contribuir, por aportar a la sociedad, es la verdadera fuente de innovación y creatividad de la empresa, y la clave para el desarrollo y la evolución del conocimiento y las capacidades de las organizaciones.
Personas y empresas debemos aprender a identificar, a “escuchar” y entender el propósito tanto de las instituciones a las que nos vinculamos, como de las personas que contratamos, dando total relevancia al proceso de selección, esto es como un matrimonio, no nos casamos con quien está libre, sino con quien elegimos para construir un proyecto juntos.
Cuando el desempeño laboral se da en espacios donde hay afinidad de intereses, valores y principios, la experiencia de trabajo será exitosa y enriquecedora. De lo contrario, se generarán situaciones como la de Pilar. Sin duda, las empresas tienen una gran responsabilidad al momento de buscar colaboradores, desde INSPIRA promovemos a diario en nuestros clientes que las búsquedas laborales estén orientadas a conectar con propósitos en común que permitan crear sinergias, sentirse identificados y a través de los cuáles sea posible construir en equipo. Ese es el valor de una visión compartida.
La alta rotación que hoy vemos en algunas organizaciones tiene mucho que ver con esto, las personas no logran conectar con la cultura empresarial y no encuentran sentido a la labor que a diario realizan. Los nuevos liderazgos tienen la responsabilidad de establecer principios y valores que construyan un propósito que pueda ser incorporado por sus colaboradores y estos a su vez, tienen la responsabilidad de actuar con honestidad para determinar si van a conectar o no con esa filosofía.
El reto es de las dos partes (empresas y colaboradores) y asumirlo permitirá descubrir que, elegir donde queremos estar es quizás una idea más cercana al éxito.
Aprendizaje continuo, y coherencia para transitar los desafíos de la vida
Es necesario ser conscientes que estamos inmersos en escenarios de transformación permanente, que muchas veces desencadenan incertidumbre. Y esto implica ‘cambiar el chip’, no hay una fórmula mágica que nos permita lograrlo, pero sí algunos aspectos claves para considerar:
Retomamos 3 puntos que Raj Sisodia plantea en su libro: "Firms of Endearment":
Los valores del mundo empresarial no pueden ser antagónicos a los valores sociales y humanos.
La cultura corporativa alineada al propósito personal es una de las mayores ventajas competitivas de las Empresas Humanizadas.
Es posible tener un escenario en el que todos puedan ganar.
En ese marco desde INSPIRA nos ha sido útil llevar a nuestros clientes a:
CONECTAR con sus valores. En el proceso de enfrentarnos a decisiones, acciones y situaciones entran en juego nuestros valores, aquello a lo que damos más importancia y que da un sentido relativamente coherente a nuestra vida.
CONFIAR en que siempre hay nuevas posibilidades: Estamos llamados a desarrollar todas las capacidades y habilidades propias para construir nuevas realidades.
DESCUBRIR que las crisis traen progreso: Ver la vida con ojos de hallazgo para descubrir nuevas oportunidades, activar el modo de aprendizaje continuo e ir en constante evolución.
SER gestor/a de soluciones: Abandonar nuestro rol como identificadores de problemas para convertirnos en gestores de cambio, usar la inventiva y proponer soluciones, aportar al desarrollo y honra nuestra grandeza.
ENTRENAR la resiliencia: Es una necesidad evolutiva, entrenar nuestro cerebro para reconocer la gran oportunidad que los desafíos del día a día nos presenta para avanzar. Hacer conscientes las interpretaciones y elecciones que hacemos en cada momento, nos permitirá dar sentido a nuestra vida y cumplir con el llamado al constante crecimiento y realización.
Considerar estos aspectos nos permite reconectar con nuestro propósito, comprenderlos como esa brújula que nos llevará hacia el camino que queremos construir, dando sentido a cada paso, incluso en momentos de dificultad.
*El caso relatado corresponde a una experiencia real, el nombre de la persona fue cambiado.
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